Estos últimos años la hiperinflación, las penurias y la crisis política han obligado a más de 4 millones de venezolanos a abandonar su país. 1,3 millones se encuentran actualmente en Colombia. Después de la reapertura de las fronteras, a principios de junio por las autoridades venezolanas, miles de personas la atraviesan cada día. Se trata del segundo mayor flujo migratorio en el mundo después de Siria. Los migrantes son incapaces de lograr mantener sus necesidades elementales como el acceso a la asistencia sanitaria, a una vivienda y a la educación. El equipo de Terre des hommes –Lausana (Tdh – Ayuda a la infancia) en Colombia lucha cada día para que se respeten los derechos de los migrantes. Y así, permitir a las familias encontrar una vida segura y digna.

«Dos camisetas, dos pantalones y la ropa que lleva mi bebe», es todo lo que le queda a María Alejandra*. «Las demás cosas que yo llevaba me las han robado.» La joven tiene a su hija de un año en brazos y mira a su alrededor. Unas cuarenta personas en la misma situación acaban de llegar a este primer albergue después de pasar la frontera entre Venezuela y Colombia. Ellas reciben la cena y pueden pasar la noche. A María Alejandra le quedan 50 horas de marcha para llegar a Bucaramanga, su próxima etapa antes de Perú. Agotada, la pequeña Fiora* nos sonríe antes de reposar su cabeza en la espalda de su mamá.

«Yo he decidido abandonar Venezuela cuando mi hermana, que tiene cuatro niños, ha llamado a mi puerta para pedirme arroz. Yo no he podido dárselo pues yo no tenía bastante para alimentar a mi propia hija», explica María Alejandra. «La política económica del gobierno venezolano no permite a la población vivir», añade Daniel Calzada, jefe de la delegación regional de Tdh.

Largas semanas en la carretera

Algunos no atraviesan la frontera más que temporalmente para procurarse en Colombia los bienes que más necesitan. Enseguida vuelven a su casa en Venezuela con comida y medicamentos. Otros intentan instalarse en Colombia, en la región fronteriza. Para María Alejandra y su hija, como para muchas otras familias, aún es un poco diferente. Ellas atraviesan Colombia para ir a otros países más lejanos. Pero no tienen papeles oficiales, lo que hace que no tengan derecho a coger transporte público. Para desplazarse solo pueden caminar para llegar a su próximo destino. Estos son los caminantes. «Cuando hablamos de los “caminantes”, hablamos de familias en situación de calle, con todas las vulnerabilidades que llevan asociadas», dice Analia Agudelo Restrepo, coordinadora de Tdh en Colombia para la crisis de migrantes venezolanos.

 

A lo largo de los 206 km que separan la ciudad fronteriza Cúcuta de la ciudad de tránsito Bucaramanga, 500 personas marchan cada día por el borde de las carreteras estrechas y sinuosas de esta región entre valles. La vista de las colinas verdes y el cielo azul corta la respiración. Un flagrante contraste con la flota de migrantes agotados, en la carretera durante días, incluso semanas, con sus bebés en brazos y sus escasas pertenencias. Mientras que los países vecinos endurecen sus políticas migratorias, los migrantes intentan cruzar las fronteras antes de la aplicación de las nuevas condiciones. Durante su trayecto están expuestos a robo y explotación. No están equipados para afrontar el frío de los Andes en su camino hacia Bucaramanga. La dificultad de encontrar un refugio y suficiente comida para la jornada acaban con las pocas fuerzas que les quedan.

Una de las únicas organizaciones que ofrece ayuda en la carretera

Tdh ha sido una de las primeras organizaciones en apoyar a las familias migrantes a lo largo de la carretera que une Cúcuta y Bucaramanga. Actualmente, es una de las pocas organizaciones en ofrecer una ayuda de urgencia en la zona. Nuestros trabajadores sociales identifican a las personas más vulnerables para que puedan recibir ayuda: les abastecemos de ropa de abrigo, bonos para comida, pañales, artículos de higiene como papel higiénico, y cepillos de dientes y a veces dinero para comprar lo que necesiten. Trabajamos en cooperación con la ONG SOS Aldeas Infantiles en la segunda parte de la carretera, para transferir a las personas más vulnerables hasta su centro de Bucaramanga, donde podrán pasar una noche y después acceder a los medios de transporte.

«Los grupos de migrantes que llegan a Colombia han cambiado con el tiempo. A primeros de año, eran sobre todo hombres, jóvenes y personas con buena salud. Actualmente, se ve llegar a familias enteras, madres embarazadas con sus bebés. Esto muestra hasta qué punto la situación ha llegado a ser difícil en Venezuela», explica Lina Marcela Rojas, responsable de protección a la infancia de Tdh para la crisis venezolana.

Coordinación de la ayuda humanitaria

Algunos días más tarde, de regreso al punto que separa Venezuela y Colombia, el flujo de migrantes no ha cesado. La gente hace cola durante horas sin agua y sin comida para sellar su pasaporte. Aquí, Tdh coordina sus actividades con otras organizaciones, sobre todo con el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los refugiados (HCR) y la organización internacional para las migraciones (OIM), para mejorar las condiciones de la gente que cruza la frontera a pie, la única manera autorizada de abandonar su país. Algunas organizaciones se ocupan de las infraestructuras: por ejemplo, se instalarán altavoces para difundir la información y se han arreglado aseos y duchas. Como especialista de la protección a la infancia, Tdh se focaliza en ayudar a las familias que sufren de mayor necesidad.

Acceso a la educación y a la salud

En la zona fronteriza donde se establecen muchas de las familias migrantes, la prioridad para Tdh es ayudarles a obtener papeles oficiales, indispensables para acceder a los servicios básicos. «Hay muchas personas vulnerables que han llegado recientemente a la región de Cúcuta. No tienen posibilidad de trabajar y no tienen acceso a los servicios básicos como un refugio, educación y asistencia sanitaria. Todo es una cuestión de papeles: si tenéis un pasaporte con un permiso, podéis acceder a estos derechos. Por esta razón nuestra prioridad consiste en dar apoyo jurídico a estas familias para que obtengan los documentos necesarios», explica Analia.

Rocío es una madre de familia colombiana que emigró a Venezuela y volvió a Colombia a causa de la crisis. Conocía bien esta lucha jurídica, habiendo tenido gran dificultad para obtener pasaportes para sus hijos, con el fin de que pudieran ir a la escuela.

«Yo he ido varias veces al médico porque mi hija estaba enferma. Cada vez, los agentes de seguridad no nos dejaban entrar pues mi hija no tenía la nacionalidad colombiana. El abogado de Tdh nos ha ayudado mucho. Ahora tenemos un alojamiento y gracias a los papeles oficiales, hemos recibido un seguro de enfermedad y podemos ir al médico.»

Jefferson, su hijo de 15 años, nos cuenta: «Sueño con estudiar aquí, pero de momento trabajo para ayudar a mi padre a montar una pequeña empresa». Dixon, su padre es venezolano y no tiene permiso. Él ha abandonado su empleo en el ejército para vender helados en los semáforos. La familia ha abandonado su casa y ahora comparte una habitación de 10 m2 con una sola cama. «Nosotros no tenemos dinero, desde que cruzamos la frontera. Mi mujer llegó la primera con nuestra hija de cinco años, luego llegué yo con mis otros hijos», explica Dixon.

Con la ayuda de los abogados de Tdh, han conseguido pasaportes para los hijos. «Gracias a esto, nuestra hija tiene plaza asegurada en la escuela», sonríe Rocío, reconocida. Las formalidades para recibir los permisos para Dixon, el papá, están en curso. Él añade: «No gano gran cosa, pero sin papeles es todo lo que puedo hacer. Esperamos mi permiso. Estoy seguro que mi hijo pronto podrá por fin estudiar.»

Avanzar paso a paso.

«Lo más importante es permitir a la persona ir hacia adelante y encontrar soluciones. Les ayudamos a cambiar las cosas para ellos y para sus familias», explica Analia, nuestra coordinadora sobre el terreno. En su casa, Dixon nos muestra con orgullo el puesto de perritos calientes que está construyendo. Muy emocionado nos confía lo reconocido que está por la ayuda que ha recibido su familia, ahora enarbola una gran sonrisa que ilumina su rostro. «Lo más importante para un padre es no estar allí cuando tu familia está aquí. Me dije que si toda la familia está reunida podríamos comenzar una nueva vida. No quiero que mi vida se resuma en buscar comida para sobrevivir. No tenemos mucho dinero aquí, pero podemos hacer algo. Los psicólogos de Tdh nos ayudan mucho. Mi sueño es abrir un pequeño restaurante con mi mujer. Actualmente construyo un puesto de perritos calientes para no vender más helados. Sé que lo lograremos», nos explica. «Con un poco de fe y optimismo siempre encontraréis un modo para realizar vuestros sueños, sobre todo si queréis a vuestros hijos e hijas», concluye Rocío. Crédit photos: ©Tdh/Sebastian Delgado *Los nombres han sido cambiados para proteger a las personas. Fuente: Tdh.ch