Teresa cuenta cómo y cuándo comenzó a ser familia de acogida, cuantos niños ha acogido desde entonces, qué se siente al ayudarles y al vivir con ellos y formar parte de su recuperación…
¿Desde cuando colabora con Tierra de Hombres y qué le lanzó a hacerlo?
Mi nombre es Teresa y junto con José, mi marido, formamos parte de la Fundación Tierra de Hombres como familia de acogida ,en el proyecto “Viaje hacia la vida”, desde el año 2013.
Diariamente vivimos sumergidos en una gran cadena de solidaridad, no siempre somos conscientes de ello, pero es así. Para que el mundo siga girando hay que “empujarlo”. Son las pequeñas acciones y cómo es nuestra manera de estar en el mundo lo que nos va definiendo. He crecido en un hogar donde la generosidad hacia los demás y el agradecimiento por lo recibido en el día a día ha estado muy presente. Así que desde muy joven el principio de “justicia” empieza a tener significado y te hace participar en varios proyectos en las diferentes etapas de tu vida. Y en la que ahora me encuentro tiene cabida la familia de acogida y en qué mejor que en la Fundación Tierra de Hombres.
¿Cuantos niños ha acogido desde entonces y por cuanto tiempo?
Siempre hay un primer niño y en nuestro caso fue Yassine, un niño marroquí de 4 años que venía diagnosticado de una cardiopatía congénita, “Tetralogía de Fallot”. Fue una llegada llena de nervios y miedos, justificados por la responsabilidad que supone el cuidado y protección de cualquier niño y mucho más de un niño enfermo, quizás son más bien parte de los bloqueos mentales con los que nos manejamos los adultos, que como luego se vive realmente la experiencia. Con la llegada de los pequeños se genera una onda expansiva de colaboración que todo lo hace más fácil,… desde la coordinadora, los profesionales sanitarios, los voluntarios en los hospitales, tus propios amigos y compañeros de trabajo, nuestras propias familias… todos somos un eslabón más de esta gran cadena solidaria.
Después de Yassine han llegado a casa más niños con cardiopatías que precisaron de cirugía.
Aproximadamente están con nosotros una media de 6-7 meses desde que los recogemos en el aeropuerto con caritas de perdidos, hasta que los despedimos con un gran abrazo y cariño de regreso con sus familias. ¡Familias que tienen toda mi admiración!, despiden a sus niños seguramente llenos de miedos e incertidumbre. Me hago cargo de lo complicado que debe ser decidir mandar a miles de kilómetros a tus hijos, aún sabiendo que es los más acertado.
¿En qué medida supone una satisfacción hacerlo?
¿Satisfacción? ¡Toda!, dejando a un lado la parte más “práctica” de lo que supone ser familia de acogida, me refiero a disponer de tu tiempo y de tu casa al proyecto, tiene un componente emocional importante.
Empiezas a ver el mundo a través de sus pequeños ojos,… su curiosidad nos fascina, su capacidad de adaptación es envidiable, y ¡cómo aprenden el nuevo idioma!… poco a poco empiezan a sentirse parte de la familia, es precioso ver su crecimiento a nivel físico, intelectual y afectivo. Verlos respirar sin dificultad es indescriptible, empiezan a correr, a saltar,… ellos mismos se descubren a sí mismos, cómo pueden desarrollar actividades que antes eran imposibles para ellos.
Son niños que en sus pequeñas mochilas traen una muestra de su vida y de manera directa entran en la tuya. Tu mirada y tu manera de estar en el mundo cambia, nunca puede ser igual.
Cuando estuve en UCI al cuidado de la niña de acogida de mi hermana, el personal sanitario me decía, “que no podrían hacerlo porque cuando se van nos tendremos que quedar con el corazón roto” y yo desde lo ya vivido le contesté : “Roto, no, el corazón se te hace más grande”.
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