En los aeropuertos empiezan y terminan viajes, son lugares de encuentro, de bienvenida y despedida.

Algunas veces son espacios de alegría… reencontrar familiares, empezar una aventura, cumplir un sueño. Otras veces son sitios de sinsabor y añoranza… despedir seres queridos, abandonar la tierra de origen, regresar sin haber cumplido la misión. Pero hay un viaje que convierte a los aeropuertos en el punto de coincidencia de esa mezcla de sentimientos. La llegada de los pasajeros de ese viaje produce felicidad y compromiso, la partida mucha nostalgia, pero también esperanza.

Cada vez que un pequeño llega a España gracias al programa Viaje hacia la Vida, las personas que los acompañan, quienes los esperan, quienes los cuidan son el blanco de un sinfín de emociones que los mueven hasta lo más profundo.

Nada más satisfactorio que ver a un niño correr luego de ser sanado, pero que profunda melancolía que deja su partida. Nada más alegre que ver sus travesuras y ocurrencias, pero cuánto empieza a pesar su ausencia luego de su estadía aquí.

Hay un momento que más impacta el corazón de quienes acompañan a los viajeros de esta travesía, aun mucho más que la despedida. Es el momento en que ven el regreso de esos niños a su país de origen. Ver a esos pequeños en los brazos de sus padres es quizás la imagen mas consoladora y confortante… Es la evidencia que certifica que todo valió la pena… Es la prueba de que un Viaje mas hacia la vida fue un éxito.

Fanny Macias
Voluntaria de TDH