Hoy voy a contar lo que hace varios años me llevó a formar parte del voluntariado de la Fundación Tierra de hombres.

Siempre quise tener hijos y por un motivo u otro no he podido tenerlos. A mediados del año 2015 llegó a mi lugar de trabajo la oportunidad de mitigar mi vacío de la mano de la ONG en la que participo.

Tierra de hombres tiene como finalidad hacer que niños y niñas con diferentes malformaciones y problemas de salud sean tratados en hospitales colaboradores y consigamos que logren un mejor “Viaje hacia la Vida”. Vienen de países carentes de necesidades básicas y sin embargo, como suelo decir, están hechos de otra pasta, son fuertes, luchadores, con una capacidad de adaptación incomparable.

Desde que soy voluntaria he aprendido muchísimo como persona, como ser humano y sobre todo día a día valoro cada una de las oportunidades que nos da la vida. Somos seres que lo tenemos todo, realmente todo, nos quejamos de nada y sobre todo no valoramos lo que tenemos.

He podido conocer a todos los niños que se han operado en Santiago. Empezamos en el año 2015 con la preciosa Bienvenue. Nada mejor dicho que si para ella se abría la puerta de un nuevo “Viaje hacia La Vida”, a mi se me abrían las puertas de sentirme útil y mitigar o aminorar mi necesidad maternal. Era una niña preciosa, era la primera y nos tenía a todos locos, voluntarios del Hospital, médicos, personal sanitario, personal administrativo y que decir de cómo flipaban algunos al ver a mi cascarrabias favorito desvivirse por la pequeña.

Luego llegó Gracia, mi preciosa inigualable y especial niña con Síndrome de Down. Era increíble y nos enseñó a comprender que las dificultades no son problemas. Son situaciones y oportunidades de ser gente diferente. Te cuidamos durante tu estancia y recién llegada de quirófano, fue maravilloso verte sonriente, tranquila y apenas llorabas (era increíble ver que llevabas tu pie a la cabeza solo un día después de ser operada).

Luego vinieron Ana y Banibe ¡qué dos niños más diferentes! ¡con ellos no dejas de aprender! Ana lloraba sin parar, le gustaba poco estar en el Hospital, es super inteligente y sabía cómo darte ahí donde duele un poquito. Te castigaba con indiferencia cuando cambiabas de voluntario y la dejabas con otro. Sólo quería ir a la calle y ver luz. El pequeño Banibe, no lo pude cuidar pero si compartí con él cada vez que venía a las reuniones en “La Esperanza”. Cuantas batallas tuviste que librar mi pequeño gran campeón.

Llegó mi pequeña Ilhan ¡qué decir de ti de mi pequeña! Mi gran descubrimiento. Me enseñaste que podía romper con todo aquello que no me dejaba avanzar. Nos diste un sustito, fuí contigo de hospital en hospital hasta volver a “la Esperanza”. Me diste la mayor de las enseñanzas y es que no valemos si no queremos, no luchamos porque nos da pereza ¡qué agradecida y qué suerte tengo! Sigo sintiendo que estoy bendecida (de eso no me cabe la menor duda).

No puedo dejar de nombrar al pequeño Cheikh, un pequeño de A Coruña que me robó el corazón. Casi sin conocerme me hacía amor (caricias en la cara) y me daba besos. Es super inteligente.

Por último, la pequeña Fatimatou, una entrañable niña tímida de ojos grandes, piel brillante y capaz de sonreir sin apenas conocerme. Además, quiero hacer mención a las familias de acogida. Ser voluntarios y compañeros nos une, hemos creado lazos fuertes entre nosotros y, de hecho, puedo decir que he encontrado una gran amiga gracias a esta experiencia (eso también es una bendición).

Quiero poner un punto y aparte porque espero escribir muchos más capítulos de este resurgir con 49 años, de este aprender día a día con cada experiencia vivida. Gracias por darme esta gran oportunidad. También quiero decirles que vale la pena cada minuto vivido con ellos y con ustedes. No es triste despedirse de ellos porque en ti queda la satisfacción de que los dejas Viajar hacia nueva Vida. Hasta pronto y mil gracias.

Siempre con uds y para uds.

Pury Varela Picado.