Seguimos con el ciclo de entrevistas y en esta ocasión ponemos voz a las familias de acogida, pilar fundamental de nuestros programas.

¿Cómo son esos primeros días cuando el niño llega a casa? ¿Diríais que es difícil la adaptación?

No hay una fórmula mágica para afrontar esos primeros días, depende de la edad del niño o niña, de su carácter más o menos introvertido y de aquello que su situación física le permita hacer. Engañaría decir que es fácil, que no hay momentos duros, pero más que difícil diríamos que es un reto enriquecedor. Para ellos todo es un descubrimiento, nueva lengua, nueva casa, nuevos juguetes, nuevo paisaje, nueva familia, nueva comida… La forma en que descubren lo que les gusta y lo que no, nos enseña mucho sobre ellos y lo que dejan temporalmente atrás, pero también sobre nosotros mismos. Son ellos los que hacen fácil nuestra adaptación como familia con un miembro más, porque en realidad, ¡los niños/as vienen adaptados de serie!

¿Cuál fue vuestra principal motivación para colaborar con Tierra de hombres y con el programa Viaje Hacia la Vida? ¿Por qué con Tdh?

Queríamos colaborar en algo de forma activa, no solo mediante un apoyo económico puntual o una participación en campañas de concienciación que, por otra parte, consideramos necesarias. Teníamos claro que el apoyo a la infancia sería una de nuestras opciones y que todos los miembros de la familia estaríamos implicados. Conocimos la Fundación por una familia amiga que ya formaba parte del programa «Viaje hacia la Vida» y la forma en que vivieron y nos contaron su experiencia nos hizo decidirnos.

¿Cómo describirías los días que pasáis con el niño en casa? ¿Qué aprendizajes aporta esta experiencia?

Pues sería interminable de describir porque, lo que desde fuera puede parecer una acogida temporal algo especial, son en realidad unos meses de vida en común maravillosos. Hay días de risas, de llantos, divertidos y de preocupación, estresantes y tranquilos, y emocionantes, de todo, como la vida misma y como la vida misma es un continuo aprendizaje.

¿Cuál fue vuestro principal miedo a la hora de adentraros en el proyecto?

La adaptación del menor en casa, el choque cultural, pero en la primera acogida nos dimos cuenta que en realidad es lo que termina siendo más fácil si se afronta con tranquilidad y en positivo.

¿Para vosotros cual es el mejor y el peor momento desde que llegan los niños hasta que tienen que regresar?

Hay muchos mejores momentos pero destacaríamos dos, cuando su cara nos dice que se siente en familia y cuando, a pesar de lo difícil de la despedida, vemos la foto del reencuentro con su familia. Lo peor, los días de hospital, de UCI, aunque el personal lo hace fácil y está en maravillosas manos son momentos duros.

¿Creéis que tenías una visión diferente de lo que significaba este proyecto antes de ser familia de acogida?

Teníamos información suficiente sobre cómo podía ser la acogida, pero nunca imaginamos que podíamos aprender tanto.

¿Se podría decir que colaborar con Tierra de hombres ha supuesto un antes y un después en vuestra mentalidades y posibles prejuicios?

Ha supuesto sin duda un antes y un después en nuestra vida. Nos ha hecho crecer como personas y como familia. Más que un cambio en nuestra mentalidad nos ha dado unas bases sólidas desde las que partir, sin prejuicios y con la humildad necesaria para saber que hay situaciones injustas contra las que podemos y debemos actuar.

¿Por qué crees que más familias deberían dar el paso y ser familias de acogida?

Porque siempre hay tiempo y posibilidades de colaborar en una causa justa.

¿Qué es lo que os llevó a vosotros a ser familia de acogida?

La necesidad de ir más allá de una mera percepción de las cosas, pasar de la conversación a la acción y hacer de la empatía un modelo de educación para nuestras hijas.

¿De alguna forma se podría decir que los niños os acaban aportando más de lo que vosotros podéis llegar a darles en el tiempo que pasan aquí?

Sin duda, no es una frase hecha. Nosotros como familia no le damos nada que no tuvieran ya en su país, su familia, su casa, sus juegos… lo dejan todo para solucionar su problema de salud y tienen la capacidad de devolvernos lo mejor de sí mismos. Así es la infancia, dar sin esperar nada a cambio. Ellos nos dan todo y, aunque regresan a casa y ese Viaje hacia la Vida termina, nunca se van, se quedan para siempre en nuestra casa.