El acceso al agua potable es una de las primeras necesidades fundamentales a cubrir en caso de urgencia. 210 millones de niños y niñas que viven en situaciones de fragilidad o de conflicto no tienen acceso al agua. Las epidemias como el cólera se propagan muy deprisa en estos contextos donde el agua corriente es rara, los sistemas de saneamiento deficientes y con malas prácticas de higiene. El aprovisionamiento de agua es más limitado en tanto el contexto de seguridad o geográfico impide el acceso a las poblaciones afectadas.

La ciudad de Rann, situada al norte de Nigeria, cerca de la frontera du Cameroun, abriga un campo de personas desplazadas. Este campo estuvo brevemente ocupado por Boko Haram a comienzos de 2019 y durante este tiempo se vivió bajo la amenaza de constantes ataques. Por otro lado, todos los caminos son inaccesibles durante la estación de las lluvias. El acceso a Rann es muy difícil y poco frecuentado por los equipos de Tdh.

Formar voluntarios comunitarios

Gracias a una colaboración continua con la comunidad del campo podemos garantizar a pesar de todo el acceso al agua potable a las familias desplazadas. Para llegar allí, hemos formado a 90 voluntarios en el tratamiento del agua con cloro (cloración) que permite desinfectarla y volverla potable. Los voluntarios también organizan sesiones de sensibilización durante las cuales explican buenas prácticas en materia de lavado de manos en su comunidad. Nuestros equipos han construido 200 baños y 200 duchas en el campo.

«Desde finales de 2018, no ha habido un solo caso de cólera y hablamos de una zona de Nigeria donde las epidemias de cólera son endémicas», explica Bruno Pascual, nuestro experto en agua, saneamiento e higiene en situaciones de urgencia. Hoy en día, Tdh es la única organización en el campo de Rann capaz de dar acceso al agua a las 35.000 personas que viven allí.

Control de calidad a distancia

Nuestros especialistas no tienen posibilidad de volver regularmente sobre el terreno para verificar la calidad del agua tratada. «La cuestión era saber cómo trabajar a distancia en el mantenimiento de la calidad del agua potable», añade Bruno Pascual. ¿La solución? Se han instalado sensores en puntos de agua que transmiten en tiempo real información sobre el estado del agua. Este sistema permite detectar la presencia de agentes patógenos en el agua y dar instrucciones a los voluntarios para ajustar la cloración.

El control de la calidad del agua es esencial para garantizar la salud de las familias. También permite mejorar la supervivencia de miles de niños y niñas y sus familias que viven en zonas de guerra difícilmente accesibles.

Este prototipo está siendo testado actualmente en Rann. Nosotros intentamos reproducirlo en otros contextos de urgencia con el fin de prevenir mejor las epidemias.